viernes, 26 de febrero de 2010

El chaco

-Es el centro de un espacio ilusoriamente vacío –respondió Martina sosegando el paso de su caballo-. El chaco es el eje de un círculo perfecto cuyo perímetro está formado por cientos de batidores que rodean un pedazo de nada del desierto.

-Miles son los jinetes –corrigió Crenchudo.

-No exagere –dijo Martina- Eso era cuando bajaba parte de la nación Inca a cazar vicuñas. Le sigo explicando, doctor –agregó-. Y ya sé que no es doctor, pero por estos lugares una usurpación de título más no nos hace nada.

-No soy ningún usurpador –aclaró Chikhachev con cierto enojo.

-No se lo tome así, doctor, es una ironía –dijo ella-. Los jinetes empiezan a acercarse al centro de manera sincronizada, sin perder contacto visual unos con otros. El círculo se estrecha y, poco a poco, se perciben movimientos en su interior. A partir de ese momento...

-Manadas de guanacos son las que se mueven –interrumpió entusiasmado el rastreador- Una vez, allá por el veintitantos, un año con una seca nunca vista, empecé a...

-Crenchudo, Crenchudo... –dijo Martina- Estoy hablando yo. Prosigo, doctor. Los guanacos se comienzan a arrimar al centro del círculo. Ya saben que están cercados. Algunos batidores sobran en el perímetro y, cuando hay suficientes, se forma una columna de jinetes que ingresa a la órbita de caza. Luego la tarea es sencilla, tenemos buenas lanzas. Si algún animal intenta cruzar el cerco, lo boleamos y listo. Lo hacemos en otoño, cuando las manadas bajan de la cordillera y solo cazamos lo justo y necesario para pasar el invierno porque al año próximo tiene que haber animales.

-La Martina dirige el chaco de Wikigasta –dijo Crenchudo- El año pasado cazamos miles de guanacos.

-Cientos –corrigió Martina con tono de cansancio.

-Ud es gaucha? –preguntó Chikhachev mirando de reojo el chiripá que vestía ella.

-No. Soy montonera.

-Y bandida rural –dijo Crenchudo-. Paremos acá, ya es hora de descansar.

Chikhachev se quedó un breve momento observado a la mujer que se bajaba de un salto del caballo y ya acomodaba sus cosas. Creyó percibir un aroma salvaje, como a jarilla mojada. El perfume o tal vez el hambre le produjo un cosquilleo raro en el estómago. Carraspeó y miró hacia un costado. A veces el desierto no estaba tan desierto como parecía.

sábado, 20 de febrero de 2010

Tenemos compañía

Si bien donde ellos estaban brillaba el sol, habían decidido regresar. Unos pocos metros más arriba la cordillera llevaba dos días de viento blanco y todo indicaba que mañana todo iba a continuar igual. Crenchudo no se dejaba oír y Chikhachev aprovechó para escribir recostado contra una roca.

Masha, digamos que hoy estoy cansado de soñar contigo. Tanto he imaginado el acercarse de tu paso sofocado por la arena del desierto que ya no hay realidad posible. Inútiles tus labios que fueron los primeros labios. Inútiles tus ojos que fueron los primeros ojos. Hasta el fantasma de tu humedad ha sido absolutamente desecado por el soplo de este lugar. No me importa que tu perfil me espere agazapado detrás de aquél algarrobo, las ortigas que crecen a la sombra de sus hojas han deshecho mi deseo. Mis brazos se dejan caer cansados de abrazar una sombra deformada que...

-Doctor –dijo Crenchudo mientras Chikhachev hacía un bollo con el papel que estaba escribiendo y lo metía con rapidez en un bolsillo- vamos a tener compañía mientras bajamos al valle. Le presento a la Chapanay.

-Martina Chapanay –dijo ella estirando la mano- tanto gusto, doctor. Parece que la piedra bezoar no quiere que la alcancen.

-No soy ningún doctor –dijo Chikhachev encandilado por el sol mientras apretaba esa mano pequeña, áspera y firme.

martes, 16 de febrero de 2010

Mensajes de texto

-Vea el tamaño del guanaco que se asoma ahí arriba –dijo Crenchudo en voz baja señalando al animal-. Uno de esos tenemos que agarrar. Venga, agáchese. Vamos a rodear la quebrada para rastrea..., ahijuna! –exclamo sin terminar la frase. Un caballo se acercaba a todo galope por la ladera sur. Chikhachev notó que su compañero se ponía repentinamente nervioso, como en guardia, mientras ojeaba hacia los costados de su posición.

-Nos atacan? –preguntó el científico manoteando su pistolón –Indios?.

-Nono, tranquilo doctor, viene un chasqui del correo. Es el mensajero de turno. Debe ser para mí.

-Buenas y santas –saludó el chasqui gritando desde el caballo-. Mensaje de texto para Crenchudo desde Tres Sargentos!!!

Chikhachev vio como el chasqui le entregaba a Crenchudo una cápsula de cerámica lacrada, del tamaño de un tubo de ensayo. Este se fue hacia un costado, la quebró y sacó un rollito de papel. Comenzó a leer y, a la distancia, notó el temblor de sus manos.

-Hay algún problema militar? –preguntó Chikhachev- Atacan los indios?.

-No, por? -dijo mirándolo el chasqui mientras comenzaba a armarse un cigarro.

-Digo, como lo veo nervioso a mi compañero y el mensaje viene de un destacamento militar...

-Ah!. No, el mensaje viene del paraje Tres Sargentos. Lo llamamos así porque ahí viven la madre, la esposa y la hija de Crenchudo. Y él también, claro.

-El mensaje lo envía alguien de la familia? –preguntó Chikhachev.

-Si, la esposa de Crenchudo. Al rastreador lo tiene cortito con los mensajes de texto. “Dónde estás?”, “Cómo está el clima en la cordillera”, “Qué día regresás?”, “Cuando vuelvas pasá por el almacén de Oropel y traete dos kilos de grasa de chancho”. Desde que ofrecemos este servicio Crenchudo es nuestro principal cliente. Siempre cobro en destino.

Chikhachev miró como su compañero se acercaba para hurguetear las alforjas del caballo. Crenchudo sacó de allí una pequeña libreta y un lápiz. Luego pasó la lengua por la punta del lápiz, escribió algo con rapidez, arrancó el papel y lo puso enrollado en una cápsula de arcilla que le dio el chasqui.

-Me lo anota en la cuenta? –preguntó Crenchudo al mensajero que ya estaba lacrando la cápsula-. Esta vez salí sin sencillo.

El chasqui asintió con la cabeza y partió montaña abajo como un fugitivo. Crenchudo quedó un breve momento en silencio, tal vez pensando en algo subterráneo, y luego le pidió ayuda a su compañero para comenzar a hacer fuego. Las primeras estrellas amagaban en el fondo añil y el grito de una tagua se dejó escuchar desde la quebrada que les cortaba el paso. No todo es buscar huellas en la vida de un rastreador, pensó Chikhachev.

viernes, 12 de febrero de 2010

El pozo balde

-Y cuando no llueve, de dónde sacan agua los desertícolas? –preguntó Chikhachev.

-Del balde –respondió Crenchudo-. Es un pozo cuadrado de unos cuatro metros de boca. El pocero excava hasta tres metros de profundidad y ahí hace base para comenzar a cavar un pozo nuevo de igual profundidad que el anterior, pero con boca más angosta. Así va avanzando por las tripas del desierto, de a tres metros. Pero la embocadura se le hace cada vez más estrecha. El balde es un pozo con perfil de telescopio. Ancho arriba y angostito abajo. Se cava a pulso hasta que encuentra la napa de agua.

-Y si no la encuentra?

-Siempre la encuentra. Antes recibe las coordenadas precisas de los zahoríes. A veces está a quince metros, a veces está a veinte metros de profundidad. Pero el agua está, escondida debajo del desierto. Ahí está, esperando. Como en aquel punto verde que se ve allá abajo, el lugar se llama Balde de Espinoza.

-Nombre raro -dijo Chikhachev.

-Balde porque el agua se saca del pozo con un balde atado a una soga y Espinoza porque es el apellido del que alguna vez fue el patrón del pozo balde. Un tipo afortunado aquel Espinoza, no se trata de encontrar agua, se trata de que el zahorí marque un sitio en que el agua no esté podrida. El que da con agua clara se convierte en el señor del lugar. De un día para otro se le empieza a arrimar la gente. Los padres le entregan las mozas. Cambia agua por animales. Pasa el tiempo. Se vuelve rico. Tiene acceso a todas las mujeres de los alrededores. La descendencia pasa a llamarse Espinoza, aunque no sea linaje directo suyo. Todo se confunde y el lugar se vuelve un yacimiento de espinozas. El pozo balde los designa. El Espinoza original se termina licuando en la sangre de su sangre.

-Lo semejante disuelve a lo semejante –dijo Chikhachev.

-Si, algo así... Bah, más o menos –dijo Crenchudo distraído por ese guanaco que se asomó desde un terraplén de roca desintegrada por el tiempo.

jueves, 4 de febrero de 2010

Darwinismo cultural

-Es sencillo –respondió Quintín-. Opino cualquier cosa sobre cualquier cosa. Si alguien intenta contradecirme lo va a hacer en base a su noción del tema y yo, obvio, seguiré usando mi fórmula en la respuesta. Refuto al conocimiento con sarasa culturosa. Al final gano por cansancio.

-Ese es el secreto de los críticos de cine o de literatura? –preguntó Mr. Runey.

- En estos tiempos globalizados el mercado exige velocidad e imaginación y yo, obvio, pongo en acto esta estrategia. Es la supervivencia del más apto. Darwinismo cultural.

-O sea que acá también va a aplicar la fórmula...

-Si, obvio. Pero siempre pongo en antecedentes al que me paga. El que avisa no es traidor. Y como le dije por teléfono, cobro antes de dar la conferencia.

-Ya le tengo preparado el cheque. Quiere que lo acompañe al hotel?.

-Si, gracias. Tengo que terminar una nota sobre un escritor francés pasado de moda. Como ya nadie lo lee, es más fácil todavía. Además, quedo como un rescatista de talentos olvidados por el público desatento.

-Me imagino, una nota que comenzaría diciendo algo así como “revolviendo en la mesa de saldos de una húmeda librería cercana al puerto de (sarasa), encontré un gastado ejemplar de (sarasa). Luego de dejarlo dormir sobre mi mesa de noche durante unos cinco meses, decidí abordar su lectura influenciado por un comentario suelto sobre (sarasa) que escuche en (sarasa)”. Es increíble que todavía haya diarios o revistas que le paguen por basura de este tipo-dijo la Cameron.

-Quién la autorizó a entrar? –preguntó Mr Runey levantándose del sillón.

-Tu abuela –dijo la Cameron y salio dando un portazo.

Dinámica desertícola

-Es la planicie en la que viven los desertícolas –dijo Crenchudo señalando las tierras que dan hacia el sol naciente-. Fíjese, desde la altura de esta cumbre podemos ver que es infinita. Todo tiene su real perspectiva desde la cordillera.

-Hay algo en ese lugar? –preguntó Chikhachev.

-Excepto por el nervio del agua, en esas tierras todo es nada. Con la lluvia el nervio se contrae y tensa la red en la que perduran los desertícolas. Entonces por los caminos y huellas apenas marcadas por hileras de rocas fluyen viajeros y circulan vicios y mercancías. En las casas las catas aturden con su cotorreo. El suelo se vuelve marrón. Los chivos engruesan por la grasa. Niñas casaderas se enamoran de niños de familias lejanas y viceversa. Florece y cuaja la algarroba. Cuando el nervio afloja, la red vuelve a la pachorra que es en esta época. No hay caravanas ni viajeros solitarios ni vicios circulando por las huellas. Las aves se van a los humedales. El suelo se vuelve blanco por la sal. Los chivos se secan. En su soledad las niñas casaderas piensan historias imposibles. Se vacían las algarrobas. El agua compone tracción o paciencia –sentenció Crenchudo.

lunes, 1 de febrero de 2010

No hay una segunda oportunidad para una primera impresión

Una vez que se disipó la polvareda, la Cameron pudo ver al conductor de la camioneta.

-Voy bien para Wikigasta?
-Llegaste –dijo la Cameron.
-Tengo que ir a la Star Gold Inc. Me contrataron para dar unas charlas en la Municipalidad.
-El Ciclo “Cultura para todos”?
-El mismo. Tu nombre es…?
-Cameron. Y el tuyo?
-Quintín.
-Cuál es tu tema?
-Viajeros y economía en la literatura argentina del siglo xix.
-Un plomazo, no es así? –preguntó afirmando la Cameron.
-Pagan bien –dijo tratando de aplastar una mariposa que había entrado a la camioneta.
-No la mates, no hace nada. Si abrís la otra ventanilla se va a formar corriente de aire y saldrá sola.

El tipo le pegó con la palma de la mano y la mariposa quedó estampillada en el parabrisas. Fue suficiente. Ese día sus miradas se cruzaron por última vez.

-Por curiosidad nomás, vos hablás sobre viajeros, economía o literatura argentina? –preguntó la Cameron mientras se agachaba para atarse los cordones de las zapatillas.
-Yo hablo sobre todo lo que pide el mercado. El mercado de la cultura, claro –dijo el tipo. Arrancó la camioneta y dejó atrás otra nube de polvo.