jueves, 31 de diciembre de 2009

Tradición, disyuntiva y brindis

-Espere que sigo –dijo la Cameron- “El vino es de Salta, me reveló él, llenando las copas. Y teniendo su mano sobre las fuentes como para bendecirlas, enumeró así: aceitunas de Cuyo, nueces de La Rioja, salamines de Tandil, quesos de Chubut, maníes de Corrientes, almejas de Mar del Plata, cholgas de Tierra del Fuego. Un mapa gastronómico de la República?, le dije yo entre humorístico y desconcertado. Eso es, repuso Megafón. Conozco estas frutas y conozco el ademán y la cara de los hombres que las cosecharon. Necesito agarrarme a estas frutas y aquellos hombres para saber que todavía estamos en un país real. El tono con que dejó caer esas palabras no revestía dramatismo alguno”– finalizó leyendo de corrido.

-Se dan cuenta? –preguntó Dufin-. Marechal realiza una enumeración selectiva de lo tradicional. Por qué no están las alcaparras de Wikigasta o el jamón crudo de Colonia Caroya?.

-Todo lo tradicional es selectivo–dijo Armando-. E idealizado. Según esta ideología el campo es el país real, la continuidad de Hesíodo. Pero no todo el campo, una parte nomás; la otra parte se descarta.

-Sobre la tradición habla y escribe gente fashion de la ciudad –dijo la Cameron- para otros miembros de la misma sociedad urbana. Se identifican con esta imagen por contraste: el hombre sencillo rural, honesto, legítimo y tradicional. Los alimentos sanos, el aire limpio y el agua clara. Los animales mansos al servicio de lo urbano.

-La tradición rural murió –dije-. O nunca existió. Es esencial reconocerlo.

-Este discurso agrarista expresa el deseo de volver a una sociedad feudal –dijo la Cameron-. Por eso, Dufin, no se preocupe si en “Megafón” no aparecen las alcaparras de Wikigasta. Acá no defendemos el orden antiguo de las cosas.

-Ni tampoco el actual –dijo Armando-. Hay que tener cuidado, porque podemos caer en la trampa de la disyuntiva.

-Buenas tardes –saludó Mr. Runey haciendo su clásico gesto desde la ventana del SUM- Ninguna disyuntiva es una trampa –dijo sonriendo- a lo sumo implica tomar decisiones con información imperfecta. Pero hoy dejemos de lado todo esto, miren lo que traje para brindar por el 2010-. Se hizo silencio. Nosotros, como los tradicionalistas, también éramos selectivos. Pero ahí nomás preparamos las copas. A veces, hasta con Mr. Runey podíamos encontrar un canal de resonancia.

martes, 29 de diciembre de 2009

Grabaciones encontradas (ii)

Guitarra y baile en el Club Social de Wikigasta: el chaqueño Oscar Alemán, Bettie Pagie y demás, circa 1953.

Lo hice muchas veces

- Largamos con el mate? –preguntó Armando cortando dos porciones de pastaflora.

- Le sigo contando. Estaba en el patio del hotel a la sombra de una sombrilla –dijo Dufin sin responder-. Luego de leer el relato cerré el libro y los ojos. Me gustan las historias con mensaje, los cuentos para pensar. Esa era una historia que narraba cómo un padre incentivó a su hijo al vuelo. “Todos tenemos alas" - le dijo- "pero no lo sabemos o no nos animamos a usarlas. Hijo mío, para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen”. El muchacho no quiso arriesgarse, saltó apenas desde la copa de un árbol y se hizo un chichón en la cabeza. Qué bella parábola sobre la libertad que hay que permitirse para intentar volar –remató.

- Ahora si acepta un mate? –preguntó Armando.

- Mientras respiraba satisfecho, porque después de leer a Bucay siempre me siento mejor, escuché el zumbido seco –relató Dufin entusiasmado-. Un zumbido. Duró tres o cuatro segundos y luego fue el golpe al lado mío. Era una caja de madera, de esas que se usan para poner discos compactos. Cidis. Rebotó convertida en pedazos y una parte golpeó contra las patas de la mesa donde tenía la botella de Fanta. Me pegué un julepe bárbaro. Corrí hacia la pared y recién ahí levanté la vista. El ángulo no me favorecía, el edificio era muy alto y yo estaba en el patio interior.

-Le tiraron la caja? –preguntó Armando mientras se sacaba una miga de pastaflora del bigote y miraba la magnolia en flor- Algún alcaparrero de Wikigasta falto de agua, je!.

-No, espere, deje que siga –dijo Dufin-. Un tipo se asomaba en la terraza del hotel, nueve pisos más arriba. Le grité que tenga cuidado, pero dudo que me haya escuchado. Después tiró una pelota inflable, de esas que se usan en la playa. No sé porque pensé que a continuación vendría él. No me equivoque. Se paró en la baranda de la terraza y saltó. Todas las caídas al vacío que vi en películas yanquis me enseñaron que un cuerpo humano se desplaza lentamente por el aire desde un noveno piso. Tal vez la mayoría de las tomas se hacen desde ángulos que psicológicamente sirven para ganar tiempo y así el director puede jugar con el morbo del público. Con la avidez de sangre.

-El tipo se tiró? –preguntó Armando un poco más interesado.

-Si, como le digo. El cuerpo cayó a una velocidad formidable, las piernas venían un poco dobladas, como preparándose para la hazaña imposible de amortiguar el golpe. Llegó en pocos segundos frente a mí. Y cuando estuvo ahí, justo ahí, delante de mí, disminuyó su urgencia por estrellarse. Lo pude ver con todo detalle. Era un hombre de estructura somera. Tenía puesta una malla roja. En ese momento, borrosamente congelado como el resultado de una foto corrida, creo que me miró. Lo reconocí de inmediato, estuve en el recital que dio unos días atrás en la cancha de bádminton. Estiré los brazos, tratando de detenerlo. El movimiento rompió algún equilibrio impostado, porque el cuerpo continuó la caída hacia el choque inapelable.

- Pe-pero… -balbuceó Armando- No me diga que…

- Si –dijo Dufin-. Primero golpearon contra la superficie sus piernas. Después desaparecieron de mi vista la cadera y el tórax, absorbidos por la superficie voraz. Y finalmente, la cabeza. Corrí hasta el lugar, pero no pude hacer nada por él. Esta vez el tiempo se comportó distinto. Pasaron horas. Solo percibí el silencio de lo irreparable. Finalmente, como no pudiendo tolerar mi impaciencia, vi su cara. Me miró y su sonrisa se confundió con la efervescencia de burbujas de agua que brotaban con él. Le faltaban dientes. Dio unas pocas brazadas y se sentó en el borde de la pileta, sin parar de sonreír. Corrí hasta la recepción del hotel y pedí una cámara fotográfica. No podía dejar pasar esta oportunidad de sacarme una foto junto a Charly. Mire, acá la tengo, en el hotel de Nueva California. Me convida otra pastaflora?



(Perdón, perdón, me saqué las ganas. Tenía que escribir algo sobre Charly...)

sábado, 26 de diciembre de 2009

Captura imposible

"Quiero narrar lo que está ahí; pero mi descripción es otra cosa, no es eso. Mucho de lo que describo lo pongo con justeza en esta representación, pero adivino que hay algo distinto que no puedo captar con mis sentidos, ni absorber con mis emociones ni atar con mis palabras. Ellos, los wikigasteños, me relatan parte de una naturaleza imposible, impresiones de un mundo original al que no puedo acceder. Solo percibo referencias que me resultan familiares. Veo mis paisajes, mis pasiones, mis pesadillas, mis matices, mis olores, mis deseos, mis resonancias, mis símbolos. Mi captura es eso o su falta. El límite está en el margen de lo que soy."

Chikhachev, Notas de viaje.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Navidad sin Masha

"Reconozco que la vida campestre en Wikigasta no tiene nada de ideal de eso que cantan los poetas del Zar. Imagino a Andrey nutriéndose de las miserias que veo, seguramente le servirían de elemento compensatorio para matizar sus bonitos ejercicios imaginarios sobre el deleite rural en la comuna rusa. Hoy podría celebrar los rebaños, pero solo veo animales flacos. Podría celebrar la miel, pero está demasiado amarga. Podría celebrar los frutos, pero están quemados por el sol. Podría celebrar el agua límpida de los canales de riego, pero su cauce viene casi seco. Tampoco hay colores. Porque hoy soy avaro con la palabra y no hay momento culminante que lo evite. Hoy no hay cuerda idílica o si hay suena en otro lugar".

Chikhachev, Notas de viaje.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Ciclo Cultura para Todos. Degustación de vinos (iii)

La reacción de la Cameron generó una serie de murmullos de aprobación. Para tratar de evitar el abismo que amenzaba, Mr. Runey tomó el micrófono y comenzó a hablar.

-Estimados, mientras nuestro visitante prepara los elementos para la próxima lección, vamos a invitar a nuestro amigo, Armando, para que pase y nos deleite con algunos acordes con la guitarra.

-Les voy a hacer una milonga -dijo Armando cuando se sentó frente al micrófono- "Catarsis a troche y moche" la he titulado. Se la dedico a la Cameron. Comienza así:

Profundamente deploro Filip
Que el vino escupa en una jarra,
De sinrazones mi cuota la cubren
Los llorones de la alcaparra.

Siguiendo con la catarsis que desarrollo
En esta milonga desatenta,
Sepan que me cago en las catas de vino
Y en todo pituco que las alienta.

También maldigo a los opulentos
De naturaleza inhumana,
Como esos que mandan sicarios
A robar piedras que no sirven p´nada.

Le hago un corte de manga
A los autoritarios de por acá,
A los políticos mentirosos
Y a los que no dejan de afaná.

A los de la farándula vernácula
Y a los noticieros que nos mienten,
A los economistas mediáticos
Y a todos los que los defienden.

Y ya que estamos escupo
La cara de los explotadores,
Esos que hacen laburar niños
Y en negro tienen trabajadores.

Convoco a los bien nacidos
A esta catarsis experimentar,
No arregla nada del mundo
Pero ayuda la bronca a calmar.

Una especie de chan-chan indicó que la milonga había terminado. La degustación también.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Notas de viaje. Los zahoríes

Observo desde un costado. Hay hombres con sombrero que miran para otro lado. A su paso los monjes los despiden llorando. Mientras se recuerda el asombro de cuando brincaban de acá a allá. El asombro parecido al de las lluvias que yo amé. Parecido al de las gotitas de agua que salen como volatineros del pozo que ellos revelaron. Parecido al de las rosas rojas regadas con el agua de ese pozo. Parecido al del arte sagrado que revela ese agua en el desierto. Junto con la sangre y el fuego necesitaban el agua. Para bautizar con el Espíritu Santo necesitaban el agua (porque el que no renace del agua no entrará al Reino de Dios). Para creer en el manantial que fecunda necesitaban el agua. Para que sus almas no sigan sucias necesitaban el agua. Para profesar que de su costado brotó agua y sangre necesitaban agua. En Wikigasta no cae rocío. Cada quien con su circo.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Cartas a Masha

Wikigasta, primavera de 1842

Amada Masha,

Disculpa que no te he escrito hasta ahora. Debido a lo precipitado de mis viajes entre un sitio y otro, a la sugestión que me provoca el universo que voy conociendo y a la seducción que cultiva la gente de estas tierras sobre mi persona, no había encontrado hasta hoy un momento para contarte lo que voy conociendo y cuánto te extraño. Estoy en Wikigasta, un caserío de barro en medio de un desierto al este de los Andes. Las viviendas son todas iguales: pequeñas, rectangulares y una puerta al frente. Las pintan de blanco y, como no se conoce el vidrio, las ventanas son agujeros por los cuales uno puede curiosear el interior. Por la mañana, alguna gente anda por el lugar, pero luego del mediodía todo el mundo se retira a almorzar y dormir siesta durante toda la tarde. Las calles quedan más desiertas que el desierto y yo aprovecho para salir a deambular por los alrededores. Al caer las primeras horas de la noche, hombres y mujeres se reúnen bajo los plátanos de la plaza a tomar helado. El calor es temible y esta forma de vida parece ser la mejor para resistir la aspereza de los elementos naturales que la Gracia de Dios le dio a este rincón del mundo.

Me gusta el comportamiento de los habitantes de Wikigasta. Ellos sonríen todo el tiempo y los tiene bastante desconcertado mi máscara de seriedad. A causa de esto, siempre me preguntan si me pasa algo, si tengo alguna pena o si me duele el estómago, a lo cual, indefectiblemente, debo responder no una y mil veces. Más allá de esta cordialidad, creo percibir algo inapelablemente irracional que tiene que ver con el movimiento o con el no movimiento de las cosas. Una mañana me senté a la sombra de un árbol a observar el panorama del pueblo en la calle principal y tuve la sensación de que la escena se había congelado, que nadie se movía, ni los perros. Es difícil de explicar, en otra carta trataré de hacerlo con mayor precisión. En otra ocasión también debo hablarte sobre el zarandeo que me provoca el desierto. Es un abismo que me atrae y me repele. Pero la fascinación demente que siento ante él no se puede resistir.

Pero no te preocupes, mi misión sigue adelante. Para no levantar sospechas, sigo tomando notas sobre la naturaleza como si fuese lo único que me interesase. He tratado de no hablar sobre el origen del metal de algunos elementos de oro y plata que llevan los guías que me acompañan (les llaman gauchos, ya te contaré algo sobre estos curiosos personajes). Gracias a Dios, la locuacidad de esta gente me permitió conocer la ubicación más o menos precisa de varias minas de oro, por lo que pronto comenzaré a hacer las evaluaciones para saber qué ley tienen. Aquí nadie parece preocupado por el tema ni por cualquier otro que tenga que ver con el devenir de las cosas.

Lejos están nuestros paseos en bote por el lago. Lejos están nuestras largas conversaciones sobre los amigos y enemigos del Zar. Demasiado lejos está todo aquello.

Te extraña,
Platon Chikhachev

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ciclo Cultura para Todos. Degustación de vinos (ii)

-Ahora necesito un voluntario –dijo Filip- A ver…, a ver… Vos. Si, si, vos. Acercate.

-No parece muy voluntaria mi participación –dijo la Cameron mientras se levantaba de la silla.

-Tomá la copa del pie, pero no toques el cáliz –le dijo-. Es fun-da-men-tal que no le transmitas el calor corporal al vino, por eso la degustación se hace con una copa y no con un vaso. Con una copa de cristal, claro -dijo mirando hacia algún lugar no determinado del SUM mientras se escuchaba el “ting” que hizo la copa ante el golpe que le dio con un lápiz-. El cristal mejora la apreciación visual. El vidrio no se recomienda. El plástico, una herejía.

-Tiene gusto a madera podrida –dijo la Cameron.

-No tenías que degustar todavía, yo doy las instrucciones –murmuró Filip a su oído con cara de pocos amigos.

-Estoy sedienta –dijo la Cameron.

-Bueno, esteee…, –levantó la voz Filip- este percance, fruto de la ignorancia y no de la mala educación de la dama, nos sirve para entender cómo proceden los individuos que no entienden nada del arte de la degustación de esta noble bebida. Antes de beber, hay que apreciar el vino con la mirada –dijo apuntando sus ojos con dos dedos en V- y con la nariz.

La Cameron se puso de pie y volvió a su silla. La audiencia comenzaba a ponerse nerviosa. Tantas vueltas para tomar un trago de vino?

martes, 8 de diciembre de 2009

Docta ignorantia

-Muchas veces nos figuramos al aislamiento de Wikigasta como una fortaleza, –dijo Armando- como una no dependencia al apego con el vecino dada por la separatividad. Como el Zonda sobre la piedra, creíamos que los valores tradicionales vigorizan lo que permanece, lo liman y lo pulen. Por efecto de la mejor barrera geográfica, esto es, el desierto, nos manteníamos alejados de lo que podría desfigurarnos. Tal vez no éramos doctos, pero si aptos en nuestro retiro. Esto nos hacía un pueblo orgulloso, aunque no sabíamos muy bien por qué. Como sujetos cognoscentes creíamos que sabíamos todo de todo lo esencial. Y que todo lo que no conocíamos no valía la pena conocerlo, por su misma insignificancia. Pero un día, por intermedio de un rayo de luz, nos dimos que cuenta que esta totalidad sublime que creíamos poseer tenía fisuras, fallas en las que abrevaba nuestro analfabetismo. Que solo conocíamos nuestras proyecciones y que ellas eran un tanto tacañas. Y vino el cisma. Las reuniones en el SUM tuvieron como objetivo reenfocar nuestro punto de vista y abandonar el ascetismo de la mirada. Sin desechar la genealogía, entender que lo real es un caos al cual, como a las vacas, no podemos ponerle clausuras.

-Así es, así es… –dijo Dufin-. Porque gracias al blog que nos amadrina nos dimos cuenta que vivíamos en la ignorancia. Que los bárbaros no eran los otros. Y estaremos eternamente agradecidos con Mariel.

-Se dan cuenta? Ni siquiera conocíamos la existencia de Kylie Minogue –dijo Armando- Lejos, lejos, la mujer más linda del mundo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Ciclo Cultura para Todos. Primer encuentro

-El color púrpura intenso es lo primero que llama la atención. Si acercamos el cáliz al órgano olfativo, podremos apreciar esencias varias. Se destaca el aroma a ciruelas maduras y a violetas de los Alpes. En boca, arremeten los impulsos de la vainilla y el caramelo, contribución amable del roble francés de las barricas. Elegancia, estructura y largo final, exclusividad dominante de los productos del terroir de Nueva California –dijo Filip elevando la copa hacia la luz mientras la recorría con esa mirada incisiva de los sommelier.

Mr. Runey estaba parado a su lado y aprovechó para darle un vistazo ávido al lugar. La concurrencia desbordaba el salón del SUM. Esta era la primera jornada del “Ciclo Cultura para Todos” enmarcado en el Programa Desarrollo Sostenible Social Inclusivo con Equidad de Género promocionado por la Star Gold Inc. Se había elegido como temática inaugural la degustación de vinos, aprovechando cierta tendencia a la apreciación de bebidas espirituales que caracteriza a los wikigasteños.

Filip acercó la copa a sus labios y antes de probar el vino introdujo la nariz en el cáliz oliendo con los ojos cerrados. -Hmmm…, eminente, sublime…-susurró.

-Apreciar el color, el sabor y el aroma del vino. De eso tratará este curso –dijo Mr. Runey- Es otra iniciativa que muestra nuestro espíritu de responsabilidad social empresaria en esta comunidad.

Acto seguido, Filip apuró un trago, hizo como una especie de buche y finalmente, con altivez bien estudiada, escupió el vino en un copón de cristal que estaba sobre la mesa. Se escuchó un fuerte murmullo de sorpresa en el SUM, en Wikigasta está mal visto tirar comida o bebida.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Tareas de limpieza en un bar

Dufin se acomodó en el sillón poco convencido. Agarró una porción de pastaflora y la comió despacio, como con miedo de retomar la lectura. Sacó el señador con forma de lagartija, tomó aliento, se puso los antejos de cerca y comenzó:

"Siempre lo olvidamos, pero es necesario tener presente que limpiar bares por la madrugada no es un arte que pueda desempeñar cualquiera. Son pocos los que se animan a entrar a uno de estos lugares después que el último parroquiano se ha marchado. Los prácticos en este oficio dicen que una hora segura para comenzar la limpieza es cuando el gallo cantó dos veces, pero que nunca hay que hacerlo después de que cantó tres. Ignoro el por qué de tal precepto, aunque nunca se me ocurriría averiguarlo.

Pero hablemos de ella. Limpia bares y pertenece a una familia cuya tradición en el oficio se disuelve en las imprecisiones del tiempo. No solo sus padres y tíos limpian bares, sino que los padres de sus padres y los tíos de sus tíos lo hicieron también. Según decía su madre, todas las ramas, hojas y yemas de su genealogía estaban recorridas por la savia de limpiadores de bares. Y que sería así por siempre y para siempre. A ella no le gustaba el oficio y cada vez que podía maldecía la fatalidad que la había puesto en ese lugar. De todas maneras, cada mañana, puntualmente, comenzaba su trabajo.

Primero limpiaba los sectores más sencillos, como el mostrador. Era un lugar que le demandaba dos o tres minutos. Los visitantes permanecían poco tiempo allí y su presencia no tenía muchas posibilidades de dejar algún rastro. A veces, generalmente los jueves, se tenía que detener un tiempo extra. Ese día las colillas apagadas en el suelo decían que había estado la mujer de labios rojos. Por alguna razón que desconocía, esta mujer no iba hacia las mesas y pasaba mucho tiempo en el mostrador. El problema no eran las colillas, sino las salpicaduras verdes que dejaba en el lugar. Eran corrosivas y, si no las sacaba rápidamente con agua de lavanda, terminaban haciendo un agujero en el piso. Alguna vez su abuela, en un bar jujeño, había limpiado salpicaduras de ese tipo. Decía que las dejaba una mujer que hacía veinte años que iba en vano a esperar a su amante tahúr. Tal vez se trataba de otra mujer y de otro amante. La espera era la misma.

Luego seguía con el espejo grande que estaba detrás del mostrador. Era uno de los lugares que más trabajo le daba. En él se pegaban todas las miradas tristes de la noche. Su tarea era sacarlas para que no vuelvan a sus dueños. Las miradas en el espejo formaban una especie de capa oleosa y densa. Para despegarla era necesario el uso de la espátula de carey que le había regalado su padre. La sustancia era transparente. Ella, con un cuidado especial, la iba depositando en una cajita de plástico opaco. Más tarde tendría tiempo para disolverla con jugo de manzana y tirar el líquido por el resumidero. Con el espejo tenía que tener dos cuidados especiales. El primero era evitar que alguien se apodere de la solución con gusto a manzana. Era un veneno mortal. El segundo consistía en limpiar el espejo sin que sus ojos se posen sobre sus ojos reflejados. Su mirada podría quedar pegada, nadie sería capaz de sacarla y la perdería para siempre.

El marco del espejo tiene una particularidad. Allí crece una enredadera cuya semilla fue una lágrima de hombre abandonado por su mujer la noche de un martes de luna en cuarto menguante. Estas son de las peores. Una vez que brotan no hay forma de sacarlas. Ella se tiene que limitar a podar las hojas tiernas que crecen durante el día con una tijera de costurera. El problema es que las raíces no se pueden arrancar. Acá ya habían tomado el interior del marco del espejo y gran parte de los ladrillos de las paredes del bar. Si no se demuele a tiempo el edificio, digamos, en un par de años, las raíces llegarán al suelo e invadirán toda la tierra con radical naturalidad. Y todo terminará. ¿Pero quién se anima a decírselo al posadero?

Las sillas son de madera. Una mala elección por parte del dueño del bar. La madera, de cualquier tipo, absorbe pesadillas como una esponja. Entre la gente común y corriente los recuerdos tumultuosos son disueltos durante el sueño. Esto es una cuestión de higiene, los mantiene cuerdos o algo así. Pero los visitantes nocturnos duermen poco, acumulan pesadillas. Estas son absorbidas por la madera y, por efecto de su densidad, comienzan a descender por las patas de las sillas. La fuerza de gravedad hace su trabajo. Si llegan a alcanzar el suelo se evaporan en el aire formando un gas que hace estornudar a los parroquianos. Es así como se pierden clientes, cosa que ningún posadero quiere en estos tiempos tan difíciles. El gas es inofensivo, como las pesadillas. Pero molesto, como la materia de esos sueños. Es importante, entonces, que las sillas estén patas para arriba durante el tiempo justo. Como la arena de un reloj, las pesadillas van y vienen en su interior. Si tiene cuidado y puntualidad, no saldrán nunca de ese lugar. Y ella conservará el trabajo.

Para el final dejaba las paletas del ventilador de techo, allí crecen lianas desesperadas. No se sabe como llegan a ese lugar centrífugo, pero es conocido que se alimentan del alquitrán de humo de cigarrillo. Ella las arranca, pero vuelven a crecer. No tienen raíces, no tienen flores, no tienen semillas, son un auténtico misterio para la ciencia. Ella sostiene que sus esporas están en el ambiente y que es necesario desinfectar espolvoreando con limaduras de hierro. El dueño nunca le prestó atención. El problema no son las lianas en si, ya que nunca llegan a tocar la cabeza de quienes concurren al bar. El problema son los sueños de marineros turcos que, en cuanto pueden, se anudan las lianas al cuello y saltan al vacío. Ella después, con poco cuidado y mucho asco, tiene que descolgar sus cuerpecitos ya fríos y ponerlos en cajas de fósforos vacías para que el posadero los entregue a sus dueños.

Luego de barrer algunos pétalos de olvido, que nunca faltan, y de sacar los cotidianos abrojos de decepción que se adhieren a los manteles, regresaba a su casa. A esa hora el bar estaba casi limpio."


Dejó sobre el posabrazos el libro que le había prestado la Cameron. Bostezó con ganas y buscó el control remoto. El realismo mágico no era para él.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Vasily Kandinsky: Amarillo-Rojo-Azul

Vasily descansó el peso de los Anales Patriotas sobre la mesa. Tomó su libreta y escribió de un tirón "La armonía de los colores debe fundarse únicamente en el principio del contacto adecuado con el alma humana, es decir, en lo que llamaremos el principio de la necesidad interior". Convencido de que todos los procedimientos son sagrados si son interiormente necesarios, comenzó a pintar.


martes, 1 de diciembre de 2009

Chikhachev. Apuntes cromáticos: azul

"Dudé un poco, pero finalmente me animé a pedirle a los baqueanos que me lleven hasta algún lugar en donde pudiese ver guanacos. No es que estuviese interesado en las propiedades imaginarias de la piedra bezoar, todos sabemos de la incríble imaginación de estos pueblos indómitos. Ellos me dijeron que ahí nomas, del otro lado de los cerrillos bermellón, en una pequeña planicie de altura podríamos encontrar un buen número de estos animales. Primero, me informaron, debíamos rodear una laguna que estaba escondida hacia el oeste. Cabagamos una o dos horas, las mulas estaban intratables y yo, muy aburrido. Traté de entablar diálogo con los baqueanos, cosa que no fue posible. En uno de estos intentos, buscando que piquen el anzuelo de la charla, les dije que su tierra era muy aburrida, que solo había dos colores para admirar, el rojo y el amarillo, además del gris del polvo que volaba por todas partes. Uno de ellos, el que masticaba algo todo el tiempo, me dijo que yo estaba equivocado, que había otro color destacable por su pureza. Le pregunté cuál era y me respondió el azul. El cielo no es muy azul que digamos, le dije yo con ironía aprovechando que conversábamos, es mas bien celeste aguachento, medio descolorido. No, me dijo él, me refiero a este azul, el que tiene ahí delante de sus narices. Habíamos estado subiendo por el morro del cerrillo y el polvo ya había quedado atrás. Ahora estaba ante algo que jamás hubiese imaginado. Agua en el medio del desierto, oro azul, único absorbiendo mis retinas. Una laguna o lago pequeño, confundida con el cielo. Recién ahora me daba cuenta que este color es todo."
-Solo tres colores, solo tres colores... -repitió Vasily- Podré crear solo con tres colores?