martes, 16 de marzo de 2010

Aporía rima con tontería

-Sus tonterías, o sea la sarta de pavadas que está diciendo –dijo Armando con la vista fija en Quintín- me hacen acordar la historia de Aporía Sánchez, nacida en Wikigasta. “Impasse” le decían en el pueblo a causa de cierta tendencia a la inercia y a la dilatación de soluciones. Aporía era, en principio, una mujer complicada, dada a meterse en situaciones de las cuales no podía salir. Sin embargo, daba toda la sensación de que ella se instalaba con comodidad en lo imposible y ahí se quedaba, estirándolo, como emperrada.

-Aporía, como le decía, estaba dominada por una fuerza que la tentaba con las dificultades difíciles y, mas aun, con las insolubilidades insolubles. Era común verla tratando de calcular todos los decimales del numero PI o de entender letras de canciones de Spinetta. Algunos domingos de tortas fritas, se ponía lápiz y papel con la raíz cuadrada del 2, no sin antes ver de nuevo algún video de Polaco. La cuadratura del círculo generalmente la dejaba para las noches de lluvia; aunque hay que aclarar que llueve muy poco en Wikigasta y, por lo tanto, no había avanzado casi nada en esto. Otras veces la emprendía tratando de descifrar el movimiento perpetuo. También pensaba que si hubiese nacido hombre habría intentado entender la naturaleza femenina, pero fatalmente era una XX. Y hablando de fatalidades, ahora me viene a la mente su proyecto más ambicioso, el que dejaba para los momentos de insomnio: relacionar al los críticos de literatura con la racionalidad.

-Aporía se perpetuaba en otros imposibles. Simpatizante del glorioso Huracán F. C., todos los años esperaba verlo coronado campeón. Criaba seamonkys una y otra vez, sin quitar los ojos de la pecera para verlos cuando empezaran a crecer. Jugaba al Loto todas las semanas. Lo escuchaba a Majul con oído atento a ese razonamiento inteligente que nunca llegaba. Siempre esperaba que el político de la esquina haga lo que decía que iba a hacer en época de campaña. Trataba de tomar sopa con un tenedor y cuando se deprimía intentaba suicidarse una y otra vez mezclando vino tinto con sandia. Y así y así... Los vecinos, solidarios como pocos, le acercaban imposibilidades literarias para mantenerla entretenida: Chejfec, Alejandro Rozitchner o el salame de Jaime Bayly. A veces, caía alguno por lo de Aporía con manuscritos de recetas médicas, instrucciones de multiprocesadoras o formularios de la AFIP. Ella, agradecida, ahí nomás se instalaba en el sillón de la galería para perpetuarse en la lectura y relectura de estos textos sin nunca llegar a entenderlos o a encontrarles sentido.

-Un día –finalizó Armando- distrayéndose con las obras completas de Sócrates, se topo por primera vez con el “Conócete a ti mismo”. Y ahí abandono todos sus análisis de imposibles para tratar de entenderse a ella, mismamente. Esto, pensó, tal vez podría llevarla a la liberación perpetua o, aunque más no sea, a conocer el origen de su carácter podrido durante las mañanas. Al principio con timidez, pero después con desenfado, comenzó a asomarse a sus profundidades. Fue tomando confianza consigo misma y cada vez era más audaz. Tanto se asomo que, como no podía ser de otra manera, termino cayéndose al pozo mas profundo de su ser. Y eso es todo.

Quintín se río un poco y luego, tosiendo, lanzó una carcajada cruel que retumbó por las cuatro paredes del SUM. La Cameron se puso de pié y avanzó hacia la mesa de conferencias pidiendo el micrófono a Mr. Runey.

sábado, 13 de marzo de 2010

Flor descontrolada

"No soy sabio, pero la universidad dice que he estudiado botánica y que conozco dónde, cuándo, por qué y para qué brota una inflorescencia. Por eso, con la autoridad que me da la corporación científica, digo que no era previsible que justamente acá, lugar en el que no parece haber otra cosa que lo sabido, irrumpa una flor descontrolada. Entonces no sé si estoy ante un evento del cual debo dejar registro antes momificar e incorporar ese cáliz al herbario que en dos mulas llevo para la Academia de las ciencias de San Petersburgo o si estoy ante la Rosa de Paracelso. La flor duerme a mi lado, respirando con suavidad. Me muestra que no puedo pretender saber nada y que por este desierto, como por el desierto más vasto que he venido explorando hasta mi llegada a Wikigasta, continuo arrastrando abismos".

Chikhachev, Platon Alejandrovich: Notas de viaje.

martes, 9 de marzo de 2010

Diseño de interiores

Quiero que llueva, dice Martina. Llover en el desierto, dice Chikhachev. Llover en el desierto con sonidos desconocidos, dice Martina. El sonido del alfabeto de la lluvia se conoce tocando su rosario de gotas, dice Chikhachev. El sonido del alfabeto de todo contacto se aprende tocando, dice Martina. El sonido de todo alfabeto se aprende cuando se tiene que aprender, dice Chikhachev. Es decir, a la hora de la herejía, dice Martina. Es decir, a la hora de la herejía inevitable, dice Chikhachev. La herejía de toda visita a la ciudad prohibida, dice Martina. La herejía de toda visita a..., dice Chikhachev y se detiene, erizado. Como si se tratase de artículos en la vidriera de un bazar en liquidación, siente que una multitud le manotea las joyas más preciadas de su interior. Gracias a la luz de la fogata pero tarde, demasiado tarde, en ese momento comprende que la mirada flamígera de Martina es capaz de atravesar la quijada de una montaña. Como parte del descubrimiento, escucha torear a un perro a lo lejos. El desierto diseña interiores.

lunes, 1 de marzo de 2010

Cruzando el cerco

-Si mata al guanaco se queda sin el poder de la piedra bezoar. Lo debe atrapar vivo, sacarle la piedra y dejarlo en libertad –dijo Martina.

-Y cómo podría atraparlo vivo? –preguntó Chikhachev.

-Con esto –dijo ella mostrándole unas boleadoras-. Es sencillo. Una vez que lo atrapa, le mete dos dedos en la boca. El animal suspira, sus ojos se llenan de lloros y, luego de una especie de nausea, larga la piedra. El secreto está en que la carne del guanaco ignore el filo del cuchillo y en que no lo tome a Ud. como a una bestia furiosa sino como a un algarrobo manso.

-Un algarrobo manso? Cuándo pensaba decirme todo esto? –preguntó irónico Chikhachev mirándo a Crenchudo-. Hay algo más que tenga que hacer? No sé, convertirme en caracol o en tatú carreta?

-Si -dijo Martina con tono de fuga de agua-, hay algo más. Es importante que no haya palabras. Solo piel y contacto. El contacto ordena esta ceremonia. Deberá practicar este acto a costa de que sus ojos carezcan de recuerdo. Debe borrar toda experiencia previa y colocar en una vitrina cualquier evocación que amenace.

-No entiendo –dijo Chikhachev buscando explicaciones en el ya a esta altura ausente de la escena Crenchudo-. Pero..., y ahora qué se hizo Crenchud...

No pudo terminar la frase. Martina apoyó una mano pequeña y tibia en su boca. Chikhachev pudo ver como sus ojos negros mostraban el reflejo natural de la luna. El aroma de la jarilla se confundió con el viento y mostró una realidad desligada de la apariencia. Inevitablemente, como lo haría todo algarrobo manso, comenzó su aprendizaje. El contacto, saqueador de memorias, se impuso a los velos rezagados.