-Es el centro de un espacio ilusoriamente vacío –respondió Martina sosegando el paso de su caballo-. El chaco es el eje de un círculo perfecto cuyo perímetro está formado por cientos de batidores que rodean un pedazo de nada del desierto.
-Miles son los jinetes –corrigió Crenchudo.
-No exagere –dijo Martina- Eso era cuando bajaba parte de la nación Inca a cazar vicuñas. Le sigo explicando, doctor –agregó-. Y ya sé que no es doctor, pero por estos lugares una usurpación de título más no nos hace nada.
-No soy ningún usurpador –aclaró Chikhachev con cierto enojo.
-No se lo tome así, doctor, es una ironía –dijo ella-. Los jinetes empiezan a acercarse al centro de manera sincronizada, sin perder contacto visual unos con otros. El círculo se estrecha y, poco a poco, se perciben movimientos en su interior. A partir de ese momento...
-Manadas de guanacos son las que se mueven –interrumpió entusiasmado el rastreador- Una vez, allá por el veintitantos, un año con una seca nunca vista, empecé a...
-Crenchudo, Crenchudo... –dijo Martina- Estoy hablando yo. Prosigo, doctor. Los guanacos se comienzan a arrimar al centro del círculo. Ya saben que están cercados. Algunos batidores sobran en el perímetro y, cuando hay suficientes, se forma una columna de jinetes que ingresa a la órbita de caza. Luego la tarea es sencilla, tenemos buenas lanzas. Si algún animal intenta cruzar el cerco, lo boleamos y listo. Lo hacemos en otoño, cuando las manadas bajan de la cordillera y solo cazamos lo justo y necesario para pasar el invierno porque al año próximo tiene que haber animales.
-La Martina dirige el chaco de Wikigasta –dijo Crenchudo- El año pasado cazamos miles de guanacos.
-Cientos –corrigió Martina con tono de cansancio.
-Ud es gaucha? –preguntó Chikhachev mirando de reojo el chiripá que vestía ella.
-No. Soy montonera.
-Y bandida rural –dijo Crenchudo-. Paremos acá, ya es hora de descansar.
Chikhachev se quedó un breve momento observado a la mujer que se bajaba de un salto del caballo y ya acomodaba sus cosas. Creyó percibir un aroma salvaje, como a jarilla mojada. El perfume o tal vez el hambre le produjo un cosquilleo raro en el estómago. Carraspeó y miró hacia un costado. A veces el desierto no estaba tan desierto como parecía.
viernes, 26 de febrero de 2010
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El cosquilleo que produce el aroma a jarilla....
ResponderEliminarAhora conocerá don chica a una mina! (pobre Masha, tan dulce y espectral ella)
No sea bruja, Laura. Tenga en cuenta que a Masha solo la conocemos a través del doctor.
ResponderEliminarPa mi que Chikhachev se siente uno de los guanacos cercados..espero que se atreva a cruzar el cerco. Vamos todavía! Abrazo!
ResponderEliminarLa verdad, que Chikhachev cruce el cerco estaría interesante.
ResponderEliminarSaludos.
Paluchax, el doctor agradece su aliento. Saludos!
ResponderEliminarJulián, parece que Chikhachev se decidió nomás a cruzar el cerco.
Martina Chapanay,... huerpe, bandida y sinuosa.
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