martes, 16 de febrero de 2010

Mensajes de texto

-Vea el tamaño del guanaco que se asoma ahí arriba –dijo Crenchudo en voz baja señalando al animal-. Uno de esos tenemos que agarrar. Venga, agáchese. Vamos a rodear la quebrada para rastrea..., ahijuna! –exclamo sin terminar la frase. Un caballo se acercaba a todo galope por la ladera sur. Chikhachev notó que su compañero se ponía repentinamente nervioso, como en guardia, mientras ojeaba hacia los costados de su posición.

-Nos atacan? –preguntó el científico manoteando su pistolón –Indios?.

-Nono, tranquilo doctor, viene un chasqui del correo. Es el mensajero de turno. Debe ser para mí.

-Buenas y santas –saludó el chasqui gritando desde el caballo-. Mensaje de texto para Crenchudo desde Tres Sargentos!!!

Chikhachev vio como el chasqui le entregaba a Crenchudo una cápsula de cerámica lacrada, del tamaño de un tubo de ensayo. Este se fue hacia un costado, la quebró y sacó un rollito de papel. Comenzó a leer y, a la distancia, notó el temblor de sus manos.

-Hay algún problema militar? –preguntó Chikhachev- Atacan los indios?.

-No, por? -dijo mirándolo el chasqui mientras comenzaba a armarse un cigarro.

-Digo, como lo veo nervioso a mi compañero y el mensaje viene de un destacamento militar...

-Ah!. No, el mensaje viene del paraje Tres Sargentos. Lo llamamos así porque ahí viven la madre, la esposa y la hija de Crenchudo. Y él también, claro.

-El mensaje lo envía alguien de la familia? –preguntó Chikhachev.

-Si, la esposa de Crenchudo. Al rastreador lo tiene cortito con los mensajes de texto. “Dónde estás?”, “Cómo está el clima en la cordillera”, “Qué día regresás?”, “Cuando vuelvas pasá por el almacén de Oropel y traete dos kilos de grasa de chancho”. Desde que ofrecemos este servicio Crenchudo es nuestro principal cliente. Siempre cobro en destino.

Chikhachev miró como su compañero se acercaba para hurguetear las alforjas del caballo. Crenchudo sacó de allí una pequeña libreta y un lápiz. Luego pasó la lengua por la punta del lápiz, escribió algo con rapidez, arrancó el papel y lo puso enrollado en una cápsula de arcilla que le dio el chasqui.

-Me lo anota en la cuenta? –preguntó Crenchudo al mensajero que ya estaba lacrando la cápsula-. Esta vez salí sin sencillo.

El chasqui asintió con la cabeza y partió montaña abajo como un fugitivo. Crenchudo quedó un breve momento en silencio, tal vez pensando en algo subterráneo, y luego le pidió ayuda a su compañero para comenzar a hacer fuego. Las primeras estrellas amagaban en el fondo añil y el grito de una tagua se dejó escuchar desde la quebrada que les cortaba el paso. No todo es buscar huellas en la vida de un rastreador, pensó Chikhachev.

6 comentarios:

  1. noto una cierta desviación populista en el narrador omnisciente versión 1830 y tantos, buscando la complicidad del lector masculino, quien en la soledad de la pantalla pensará: pobre Crenchudo, cómo lo entiendo....Patrañas! puras patrañas...
    Finalmente, tanto don Chikha como Crenchudo, son personas ausentes en el hogar. Después se quejan.

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  2. Son trabajadores nómades, Laura, que sin querer queriendo contribuyen a que los Espinoza se conviertan en Frondoza. :)

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  3. No sea aguafiestas, Laura! Tres sargentos!!! jajajajaja!!! es buenísimo!!!

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  4. Buenisimo, y claro, no es solamente buscar huellas sino dejarlas para que puedan rastrearlas los demás, asi sean Tres Sargentos ja. Besos

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  5. Viejex, no se ría de la desgracia ajena!

    Paluchax, es inevitable, siempre vamos dejando huellas. El asunto es que algunas solo las saben leer los rastreadores.

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