Después de andar tres días, uno llega a Wikigasta, pueblo polvoriento, en el que una retícula acuática marca el espacio. Los canales se entrecruzan, definene los recorridos posibles y los límites políticos. Llevan agua que permite el verde, la vida social y eso. No hay calles tortuosas, todo es plano, recto y previsible. A veces viene el viento que baja de la montaña, seco y caliente.
En la sombra del chañar está Armando, masticando una ramita de ajenjo. Al lado y apoyado contra el tronco, Dufín, elogiando el sueño. Allá, en el Rastrojero estacionado en la plaza, un chacarero esperando que abra el boliche de García. Es verano y es la siesta en Wikigasta. No vuela una mosca, el aire es pesado y aplasta hasta las gallinas. El paisaje no se mueve; pero es increíble, me levanto de la silla y mis movimientos son fáciles. Miro el reflejo del sol en el agua que corre por la acequia y encaro hacia la plaza.
viernes, 16 de octubre de 2009
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Me gusta, mucho. La veo. A Wikigasta.
ResponderEliminarYo también la veo. No sabe la perspectiva que hay desde esta esquina de la plaza...
ResponderEliminar¿Qué es exactamente? ¿Existe en realidad?
ResponderEliminarExiste, Fidel. Es un pueblo cuyo centro está en la plaza y sus límites en ninguna parte.
ResponderEliminarMuy lindo ésto, preciosa Wikigasta...y el elogio de la siesta, por fin revela lo que tiene guardado. Felicitaciónes, don René. Un abrazo de estreno
ResponderEliminarGracias Laura, conoce por esta zona?
ResponderEliminarsí, conozco, y me gusta la gente y sus historias...
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